¿Estás en un tren que no va a ninguna parte? Bájate cuando quieras
A veces la vida se siente como un tren en piloto automático. Subiste en una estación cualquiera, una carrera, una relación, una rutina que parecía lógica en su momento, y ahora, sin darte cuenta, te ves mirando por la ventana con la sensación de que esto no va a ninguna parte.
Pero ahí sigues, sentado, esperando ¿qué exactamente?
¿Que el tren cambie de dirección por sí solo?
¿Que mágicamente llegue a un destino que ni siquiera estabas buscando?
No funciona así.
La buena noticia: puedes bajarte cuando quieras
Lo primero es entender que nadie te ha atado a ese asiento.
Nadie te obliga a seguir en un camino que no te convence. Es más, en muchas ocasiones, la única razón por la que seguimos en algo que no nos llena es porque creemos que ya es demasiado tarde para cambiar de tren.
Mentira.
Siempre hay estaciones. Siempre hay alternativas. Y sí, algunas decisiones implican riesgos y vértigo, pero entre eso y pasar la vida viajando en un tren que no te lleva a ningún sitio, la elección debería ser obvia.
Lo que puedes controlar y lo que no
Antes de hacer locuras (o mejor dicho, decisiones inteligentes disfrazadas de locura), conviene separar lo que está en tu control de lo que no:
Sí puedes:
Elegir bajarte del tren si ya no tiene sentido.
Redefinir lo que significa el éxito para ti.
Aprender nuevas habilidades, cambiar de rumbo.
Rodearte de gente que te inspire y no de zombis resignados a su vagón.
No puedes:
Hacer que el tren se dirija a donde tú quieres si las vías ya están puestas.
Cambiar el comportamiento de otros.
Volver atrás en el tiempo (por más que nos guste soñar con esa opción).
El truco está en dejar de gastar energía en lo que no puedes cambiar y enfocarte en lo que sí.
Porque cuando te das cuenta de que hay decisiones que dependen solo de ti, la parálisis se disuelve.
La inercia es el verdadero problema
El mayor peligro no es estar en el tren equivocado, sino la inercia de seguir en él por costumbre.
Decir bueno, ya estoy aquí y dejar que pasen los años sin hacer nada. Creer que el simple hecho de moverte significa progreso, cuando en realidad solo estás dando vueltas en círculos.
Si te reconoces en esta situación, plántate:
¿Cómo sería mi vida si tuviera el valor de bajarme?
¿Qué es lo peor que podría pasar si cambio de rumbo?
¿Qué me estoy perdiendo por miedo a la incomodidad del cambio?
Al final, todo se reduce a esto: si el tren no te lleva a donde quieres, no esperes un milagro. Levántate y busca otra ruta.
P.D. ¿En qué tren vas? ¿Cuándo salió? ¿A qué destino? ¿Cuándo llega?
Cierto como la vida misma, como los trenes mismos, y aplicable a muchos ámbitos de la vida, amigo Sixto. Eso sí, para bajarse de un tren en marcha hay que esperar que llegue a una estación o… tirarse en marcha (si la velocidad no es excesiva, claro…). Fuerte abrazo!
A veces, aunque seas joven, los trenes van a tal velocidad que si no encuentras pronto un apeadero te llevan absolutamente lejísimos de tu auténtico destino, pero una cosa te voy a decir Sixto, al final, tu destino te encuentra, pues nuevos trenes te llevan al encuentro de él, aunque te dé rabia o pienses que tú quizá merecías mas o quizá sea una absoluta sorpresa.